“La unión hace la fuerza”, según el dicho popular. Vivimos en un contexto cada vez más global, donde existen múltiples posibilidades de interacción y participación entre las personas. En este contexto es destacable y hasta desalentador observar cómo los flujos de información y de decisión adoptan siempre las mismas vertientes direccionales.
Sin embargo, la cultura participativa ha cobrado fuerza y ha ganado adeptos por todo el mundo desarrollado. Gracias a las posibilidades que brinda Internet, con sus blogs, portales de contenido y redes sociales, se conforma un nuevo paradigma en el flujo de la información.
QUÉ ES LA CULTURA PARTICIPATIVA
Para aproximarse al concepto de cultura participativa, es preciso contraponerla a la cultura del consumo. Esta cultura se refiere a las grandes corporaciones y medios que segmentan y orientan la información para generar o revelar en el público una necesidad latente. Esta nueva necesidad es prioritaria en la audiencia y anima a adherirse a unas propuestas, adquirir determinados productos o adoptar determinados pensamientos.
La cultura participativa le da la vuelta a este argumento. Los consumidores de información se convierten en prosumidores, es decir, productores y difusores de contenido. Esta nueva realidad supone la supresión de barreras de expresión y el apoyo de nuevas creaciones, así como una humanización social.
El cauce de información tradicional se contrarresta mediante flujos transversales. Estos flujos aportan nuevos enfoques, metas e intencionalidades. Por ejemplo, un cauce tradicional puede ser una campaña comercial que pretenda que los clientes compren un producto. Y un cauce transversal es un foro de debate en Internet donde distintos usuarios comparten análisis y opiniones sobre dichos productos.
CÓMO FOMENTAR LA CULTURA PARTICIPATIVA EN ENTIDADES PÚBLICAS
La cultura participativa se basa en que todos tienen algo que decir. Todos pueden contar con formación, medios y canales para exponer sus divulgaciones y argumentos. En el contexto de entidades públicas, se puede implementar mediante el fomento de cooperación en causas sociales. Éstas persiguen un bien común a través de:
- campañas de divulgación,
- convocatorias a procesos de participación ciudadana,
- y apertura de canales para tal finalidad.
También se debe dotar a los ciudadanos de formación en técnicas cooperativas, así como de diseños de metodologías participativas transversales para las administraciones. En resumen, se trata de dotar a la ciudadanía de la capacidad de constituirse como alternativa a los flujos tradicionales de información.
CREAR UNA CULTURA DE PROSUMIDORES EN ENTIDADES PRIVADAS.
Los beneficios de la cultura participativa también son extensibles a las organizaciones de ámbito privado. La tradicional comunicación unidireccional se suprime en favor de una política que respalda la participación de los miembros de la organización. El puesto o el rol que desempeñen es independiente.
De este modo, una entidad privada se beneficiará de espontáneas lluvias de ideas e iniciativas por el bien común. Dichas ideas no podrían haber surgido si algunos de sus miembros no hubieran tomado la palabra.
La consultoría social constituye el mejor método para fomentar la cultura participativa, ya que elimina las barreras tradicionales en los flujos de información a través de la creación de medios y cauces comunicativos, para ayudar a todo aquel que pueda aportar algo al bien común.